lunes, 16 de mayo de 2011

Si no estudias no eres nadie, si no tienes dinero, tampoco.


En uno de esos momentos en los que te pones a revisionar series que veías hace bastante tiempo me he encontrado con un capítulo que me ha hecho volver a reflexionar sobre el sistema de clases, y todo gracias a la frívola y pseudofeminista "Sexo en Nueva York" y su capítulo "El sistema de clases". Quien quiera verlo, a pesar de que considere que esa serie no es para él/ella, echadle un vistazo, tiene puntos que vale la pena remarcar:
http://www.youtube.com/results?search_query=sexo+en+nueva+york+2x10&aq=f
 
En dicho capítulo de la vida de las cuatro solteras por excelencia de Manhattan, Carrie vuelve a relacionar sus tan extasiantes vidas sexuales y sentimentales con asuntos más filosóficos y sociales. En este caso, una de ellas, socia de un importante bufete de abogados comienza una relación más o menos seria con un "simple" camarero. Se entienden, se quieren y hay una poderosa química entre ellos, pero ella tiene que aceptar unos límites económicos si quiere que la relación funcione. Aquí comienza una relación en la que ella se siente mal por su éxito y él inferior, hasta que llega el día en el que ella tiene que asistir a una cena de negocios y él sólo tiene un "vulgar" traje de pana para llevar. Ella, decide regalarle un carísimo traje de 1800 dólares, pero él, dolido porque una mujer, al estilo de una madre, le invitase a un traje que estaba más al alcance de ella que de él, decide pagar con dos tarjetas y con un cheque. Cuando llegó el día de la cena, él se presenta con unos tejanos y una sudadera, diciéndole que ha devuelto el traje y que no puede continuar así, que siempre habrá cosas que le superen. Ella, le cierra la puerta.

Unos días antes de la ruptura, las cuatro amigas habían quedado en un spa para darse un gusto al cuerpo cuando la abogada, Miranda, saca el tema con un: "quiero disfrutar de mi éxito, no disculparme por él"; ahí comienza una charla mucho más profunda que un simple cotilleo mientras cuatro empleadas les hacen una pedicura arrodilladas a sus pies: ¿es Nueva York el nuevo Nueva Delhi? ¿Es posible salir con gente de otra clase social?

Se nos dice que hemos evolucionado, que hay menos desigualdad, que somos más abiertos y más tolerantes, pero parece ser que no es así. No es así cuando una diferencia en la clase social es motivo de romper una relación o peor, es motivo para, directamente, no comenzarla. Seguimos utilizando términos como "clase trabajadora u obrera", "clase alta" o "jet set". Lo único que nos diferencia de la India es que allí es tradición, aquí es economía y burocracia. ¡Ah!, hay otra diferencia: ellos lo asumen, nosotros no; lo disimulamos con comportamientos políticamente correctos y con velos en forma de reformas sociales, pero seguimos teniendo etiquetas que nos colocan en el lugar que nos corresponde por nacimiento.

Pero, ¿qué le vamos a hacer si nos relacionamos con gente que son como nosotros? No nos agrupamos con gente con la que compartimos gustos en cuestión de música o comida. Sólo coincidimos con gente de otras clases sociales en la calle y sino en restaurantes, tiendas u hoteles, pero siempre uno desempeña un rol que hace que su status quede totalmente claro y que rehuyamos de relacionarnos con él/ella, incluso infravalorándolo. Nos olvidamos de que detrás de un delantal puede haber una persona mucho más interesante que cualquier inversor de bolsa. En un sistema de castas no puede haber una relación entre personas de distintas castas, pero aquí tampoco nos gusta: sea porque la otra persona no está educada igual que nosotros o sea porque no viste igual. A pesar de ello, siempre hay parejas que intentan llevar a cabo una relación de este tipo y pueden ocurrir varias cosas dependiendo del caso:

Nos podemos encontrar con un hombre acaudalado con una mujer de clase media o baja, en esta situación, se une la desigualdad al machismo, se junta el hambre con las ganas de comer. Ella será una aprovechada y socialmente estará mal visto; y si encima la mujer es sudamericana o asiática... no hace falta decir lo que la gente puede llegar a pensar. Luego hay una variación de este tipo de relación en la que no está mal visto, incluso es normal, ya que es totalmente comprensible que sea el hombre el que traiga el dinero a casa o que simplemente gane más dinero que la mujer. 

En el caso contrario, nos encontramos con una mujer que gana más dinero que su pareja (el caso que he explicado anteriormente), en el que el hombre, debido a la sociedad patriarcal en la que seguimos viviendo, se sentirá poco realizado, mantenido y, en pocas palabras, poco hombre, llegando a un punto en el que la mujer se sienta culpable por tener éxito profesional.

Dentro de estos casos, hay relaciones que, en lugar de admitir que son diferentes, correrán un tupido velo e intentarán que lo suyo funcione, pero será una relación abocada al fracaso o a la infelicidad porque uno de los dos tendrá que adaptarse al estilo de vida del otro, cosa que normalmente será hacia el que esté más alto en el escalafón social.

En resumidas cuentas, nuestro querido sistema de clases no es tan abierto como creemos, y no es sólo cuestión de dinero, es cuestión de que hemos utilizado el dinero para mantener un sistema de clases que existe desde tiempo inmemoriales, pero hay una parte de nosotros llamada "conciencia" que nos hace renegar de la realidad.

Volviendo a una entrada anterior, esas etiquetas de las que hablaba unas líneas más arriba, son ahora los públicos objetivos. La publicidad refuerza, además de estereotipos, clases sociales, por mucho que intente hacer que escalemos posiciones, porque acabamos endeudándonos por querer tener lo que sólo los de la más alta clase puede alcanzar. Es todo un maldito bucle. Así que, como muy bien dijo el excéntrico Woody Allen en una entrevista a la revista Magazine: "seré pesimista, pero somos una raza con fecha de caducidad. Tanto odio, tanta frustración y tanta desigualdad nos van a abocar a la desaparición, como en su momento pasó con los dinosaurios".




Leticia Soler López


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