lunes, 21 de marzo de 2011

Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit


(Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro)

Las desigualdades sociales son necesarias. Es una de las piezas fundamentales del engranaje que conocemos como sociedad capitalista o de consumo. Más bien podría decirse que somos las marionetas de algo mucho más elevado, un pequeño grupo de privilegiados exentos de responsabilidad que juegan con este mundo como quien juega una partida al Monopoly.

La mayor desigualdad mundial, que vemos pero no observamos, es la del tercer mundo. Un hecho que evidencia la transparencia del sistema capitalista, su heterogeneidad, su gran diferencia con el resto del mundo. Estamos informados de ello, sin embargo no ofrecemos ayuda ni solución alguna. ¿Por qué? Porque pertenecemos al regalo de Dios, a ese nuevo Edén que nos hemos construido, una tierra prometida a los hombres, sólo destinada al disfrute de unos pocos: El primer mundo. La mayor diferencia entre riqueza y pobreza es a la vez la base que da sentido a esta sociedad, la búsqueda del bienestar, es decir, la diferencia entre sobrevivir y vivir. La diferencia entre tener un sueño y poder o no cumplirlo, es la base de este sistema. Un sistema que manifiesta el carácter destructivo del alma humana, llegar al punto de crear y defender la razón que separa ambos mundos, las desigualdades sociales entre iguales, para sentirnos mejor que los demás y crear con ello un status social y un estilo de vida superior ¿Pero a qué precio? En definitiva, apalancar el poder y los recursos para uso y disfrute de unos pocos.

De igual forma sucede dentro de los límites de cualquier país desarrollado, pero en este caso la diferencia es casi imperceptible. Las esferas de poder pasan inadvertidas bajo las sociedades capitalistas y nosotros somos su gran creación, somos las piezas que construyen su mundo de ilusiones. Si la metáfora fuese un circo ellos serían el público, nosotros los artistas, que a la vez de trabajar damos luz y color a su vida, a su pantomima de lo que es el mundo. Y los países subdesarrollados no son más que pipas y currantes que únicamente son visibles cuando el público ya se ha marchado. Son figuras que trabajan en las sombras y no pueden ser vistos. Están apartados de la civilización, del conocimiento, y de toda oportunidad a formar parte del juego que es la vida.



Con las promesas del capitalismo nos sentimos a gusto, seguros y reconfortados, con la posibilidad en la mano de poder aspirar a una vida mejor, a esa élite de multinacionales y gremios de poder ajenos a la ley. ¿Por qué iba a conformarse el hombre con sentirse igual a otros hombres después de haber intentado someter todo a lo largo de la historia? Buscamos saciar nuestros instintos primitivos y el sistema capitalista nos lo ofrece en bandeja de plata. Únicamente tenemos que acatar las normas del mercado, el poder de las multinacionales y la especulación. Al final de nuestras vidas vemos como esa esperanza se deshace entre las manos y comprendemos que no vive mejor el que más trabaja, sino aquel que más dinero alberga y tiene poder para manifestarlo directa o indirectamente  a la sociedad. Por último entendemos que únicamente es cuestión de poder: poder económico, poder social, poder adquisitivo; un lobo con piel de cordero, que nos da esperanzas y un objetivo en la vida que a medida que pasan los años se convierte en una crisis de valores, una decadencia.

Él hombre es un lobo para el hombre, dice Hobbes.



Pese a todo, es el sistema en el que vivimos, la realidad en la que vivimos. Y es en este punto donde entra la publicidad. Una herramienta de poder con dos fines: mantener la riqueza y apartar la mirada de todo aquello que pueda arrebatársela. Mientras tanto nos ofrece un mundo fuera del caos, con un sentido y un objetivo mezquino, con algo en qué pensar y con qué entretener nuestra vidas, pero con un alto precio a pagar por ser felices: la ignorancia y nuestra ignorante sumisión. No caigamos en la mentira de la sociedad de la información y seamos críticos con el sistema. Preguntarse el por qué es la base del conocimiento, sin embargo nuestra sociedad ha sucumbido a los dogmatismos televisivos e institucionales, que nos mantienen informados en apariencia de lo que pasa o, mejor dicho, de lo que quieren que pase.



La sociedad es como los caballos ante una carretera transitada, donde el peligro ajeno nos acecha; el capitalismo son los anteojos que nos ponen y nos hacen sentir seguros llevándonos por el “buen” camino.


Rubén Gil Cebrián

BIENVENID@ A LAS NUEVAS CLASES SOCIALES: LOS TARGET

Hace un tiempo tuve la oportunidad de ver la película francesa "La clase" de Laurent Cantet, donde un joven profesor, bajo un argumento muy recurrido últimamente, intenta motivar a sus alumnos en un colegio situado en una zona conflictiva. El falso documental muestra un microcosmos que representa la pluralidad de la sociedad francesa y, en general, de la sociedad europea y norteamericana. Digo esto porque, salvo matizaciones, la película ejemplifica unas desigualdades existentes también en nuestro país: conflictividad, bajos recursos, un acceso muy limitado al conocimiento y un choque de culturas llevado al máximo.
En nuestro querido país ibérico tenemos una cultura muy "nuestra" y en líneas generales nuestro nivel cultural dista mucho de acercarse al europeo; predomina una sociedad con un gran porcentaje de la clase proletaria, una clase proletaria que, al igual que todo el país se ha creído durante unos largos años que estábamos en la élite mundial y que ahora, con la tan nombrada crisis, ha visto como no dejan de resurgir las carencias de nuestra sociedad. Nos hemos basado en el consumo puro y duro, con alguna que otra reforma social y ligeras leyes de apoyo a las clases más bajas, con la constante esperanza de que aunque seas proletario, o ni siquiera eso, puedas salir de esa clase en la que te "colocaron" sin ni siquiera desearlo, todo gracias a los "logros personales". Nuestras clases sociales son más cerradas de los que nos quieren hacer creer; en lugar de cambiar la cultura y comenzar a trabajar como un país unido, la política actual se llena la boca con palabras de apoyo y propaganda barata cada vez que suben un mínimo porcentaje los impuestos de los más pudientes, pero diciendo por lo bajini que, aunque no nos guste, lo pagaremos con especial cariño los proletarios, cada uno de esos ciudadanos que, citando al grupo SKA-P, pensarán: "No tengo un puto duro, pero sigo cotizando a tu estado del bienestar".

Pero, ¿dónde está el problema? No es un problema que haya causado simplemente el capitalismo, la raíz se halla en la falta de conocimiento. Es un maldito bucle: si no tienes dinero no puedes culturizarte, si no te culturizas, te estancas, si te estancas, te frustras y sigues en el mismo punto en el que comenzaste, ¿y cómo no? La publicidad alimenta este círculo cerrado. La cultura es un derecho, no un privilegio, pero como ya sabemos, el capitalismo no habla de derechos, ni siquiera la pseudo-democracia en la que vivimos.
Pero muchos dirán que con la aparición de otras culturas se podría cambiar las carencias que tenemos cada uno: si se mezcla como se tiene que hacer, perfecto, pero sino, caemos en un abismo de incoherencia, intolerancia y desigualdades extremas, haciendo que ese gran porcentaje de inmigrantes que viven dentro de nuestras fronteras se integren automáticamente en las clases más bajas, que lleguen con la etiqueta de escoria; y es que el ser humano necesita creer que hay alguien por debajo de él... mientras que la publicidad te dice todo lo contrario: siempre hay alguien mejor que tú, ¿no quieres intentar cambiar eso? ¿No te cansas de ser infeliz? Visto esto, me remitiré a lo dicho en mi anterior entrada: la publicidad maneja nuestras vidas, nos entretiene y nos distrae buscando una meta banal mientras que "alguien" se beneficia de nuestra dispersión mental, de nuestra ignorancia y superficialidad. Para muestra un botón: una diferencia que se ha convertido en una desigualdad: la obesidad o el simple hecho de "tener unos kilitos de más".

Puede sonar un poco extremista, pero intentaré explicarme. Queda claro que la constitución física es una diferencia y que salvo casos de salud física no debería importarnos más allá de lo que es: algo que nos diferencia, ¡pero se hizo la luz! ¡Llegó la publicidad! La publicidad ha creado un estereotipo de mujer (u hombre en menor medida) joven, caucásica y de 90-60-90 en el más optimista de los casos. Una mujer que, aunque en muy contadas ocasiones sea afroamericana o no esté en los huesos por pura propaganda barata, hacen que quieras imitar, por mucho que tú siempre te hayas visto bien, por mucho que un endocrino le diga a tu hija que está perfecta y por mucho que estés sufriendo por parecer una modelo. Nunca estarás perfecta, anuncios y anuncios de cremas anti-celulíticas, de barritas dietéticas y de aparatos carísimos de gimnasia te recordarán diariamente lo mucho que deberías llorar al mirarte al espejo. Esa diferencia se convierte en desigualdad cuando, como dice la definición de esta última: es una condición que te proporciona un acceso desigual a recursos y servicios; y para mí es una desigualdad que una mujer con unos kilos de más nunca sea una ciudadana de primer nivel, nunca logre puestos de trabajo que otra que se rindió a la publicidad y que nunca llegue a ser de la "jet set", aunque en un principio era algo que no quería, hasta que apareció la publicidad y dominó su mente y sus ideales. Así que sí, la publicidad refuerza estereotipos y adscribe a la gente a una clase social, dependiendo de en qué anuncios sea público objetivo.

No nos olvidemos que hay diferencias, el problema está cuando se convierten en desigualdades, no importa si son causadas por religión, por tradición o por leyes; si alguien piensa lo contrario me gustaría escuchar lo que tiene que decir sobre las castas indias... ¿favorecen una sociedad de crecimiento y, sobretodo, moral? Yo creo que no.


Leticia Soler López

¿DESIGUALDAD O MIEDO SOCIAL?

Dentro de la sociedad española podríamos hablar de diferentes tipos de desigualdades que se dan en la misma. Pero hay un tipo de desigualdad que marcó a la sociedad y que la sigue marcando. Esta desigualdad esta está promovida por los medios de comunicación, medios sobre los cuales los publicitas nos movemos en ellos día a día.

Para hablar de esta desigualdad, miraremos hacia el pasado, exactamente hacia el 11 de marzo del 2004, cuando en la estación de Atocha (Madrid) tuvo lugar unos de los atentados más graves en España, que marco a la sociedad española y que hoy día sigue en la memoria de muchos españoles. “Gracias” a estos atentados la sociedad española comenzó a tener miedo y a desconfiar de todas las personas cuyos rasgos raciales procedían o se asimilaban mucho a los habitantes de los países musulmanes, es decir, la sociedad española se negó a aceptar dentro de sí misma a cualquier persona musulmana o de origen musulmán.

Todos estos hechos lo que ha propiciado es que hoy en día la sociedad se tenga miedo al ver a una persona de los países árabes con una mochila o que simplemente tirando algo a una papelera, porque les viene a la memoria los recuerdos de estos atentados. Y esto lo que genera es un miedo social, un miedo que se puede llegar a convertir en un miedo racial y por lo tanto derivar a un racismo hacia una sociedad (la musulmana) que no beneficiaria a ninguna de las dos sociedades, ya que una necesita a la otra y aún más importante, no debemos encasillar ni discriminar si no queremos ser encasillados o discriminados.

Por todo esto, creo que, como publicistas y como conocedores de los medios de comunicación y sabemos como estos pueden llegar a influir dentro de la sociedad, por lo que deberíamos ser nosotros quienes intentáramos poco a poco modificar esa falsa percepción y así intentar cambiar, al menos, esa desigualdad en la estructura social española.

Juan Luis Peris Girona.

domingo, 20 de marzo de 2011

Ideas en la Sociedad

La publicidad como ya he dicho otras veces al estar presente en nuestra vida nos ha afectado. Por lo que me centraré en los anuncios de hace años. Por ejemplo en mi anterior entrada el anuncio de cola cao, nos enseño de niños y a los adultos cosas o conceptos que se nos han pasado por alto pero que pueden a ver arraigado. Hablare de un punto un poco extremo y esto por suerte ha cambiado hoy en día o eso espero.
En el anuncio de cola cao se nos enseñaba a la población de color trabajando al sol, cargando con sacos y cestos. ¿Qué nos enseñó eso? Que la población negra estaba para servirnos de alguna manera, y se adivina una clara explotación. Además esto se junta con que en la España profunda no se veían muchos negros pero si los había eran trabajadores que ganaban una ridiculez de jornal. Es decir estaban en el escalafón más bajo de la sociedad.
¿Cómo arraigo este mensaje en nuestras mentes?
Se nos presentó o se quería presentar una imagen de superioridad blanca en la sociedad, algo normal en ese tiempo. Esta conclusión nos deja clara diferencia existente en la sociedad.
En los anuncios de hace años también era típico ver una nuncio machista, permitidos en la aquel entonces. ¿Cómo ha afectado esto en nuestras mentes? Se tomaba como algo normal, nada extraño porqué además si se veía en la tele era cierto. ¿Es la tele la que se ha movido con la sociedad o es la sociedad la que ha se movido con la tele? Está claro que no conocemos la respuesta, pero lo que sí está claro, es que nos ha afecto de alguna manera. Sobre todo cuando no se daba a conocer otra cosa y por lo tanto no se planteaba que eso fuera ilegal.
Es curioso como cosas como la igualdad entre razas y sexos que nos es tan familiar y que es normal en nuestra vida “o eso espero también”, como conceptos tan básicos ahora mismo, fueran burlados antaño en la televisión. Y como entonces ni nos dábamos cuenta que estábamos viendo tales conceptos. Por lo que yo os animo a pensar en anuncios o incluso cuentos, pelicular, periódicos de veinte año atrás y veréis la diferencia. Y seguro que encontráis también cosas chocantes aunque nos sean lo extremos comentados. ¡Gracias a todos!
Victoria Sampietro Tolosana.

domingo, 6 de marzo de 2011

SOMOS PUBLICIDAD

En los años de la recesión la economía española sufrió, como todo el mundo sabe, un gran declive, que marcó durante muchos años el país. Con ellos se muestra la evolución social de nuestro país  por medio de los anuncios. Los cambios de la sociedad son también un punto muy fuerte para poder ver lo que se han modificado los españoles.
Uno de los puntos más importantes que teníamos en la publicidad era la sencillez y la contundencia, que nos dio fama en los países pioneros en la publicidad. Era necesario reducir el tiempo de los anuncios por que no había más dinero y por lo tanto el tiempo era inalcanzable. Aquí dejo un claro ejemplo de lo comentado, rescatado del programa “Los anuncios de tu vida”.

En este anuncio se ve todo lo hablado. Es la contundencia de uno de estos ejemplos, con las contadas palabras y simples expresiones sabemos que Trinaranjus es una bebida natural sin burbujas. En esta época las bebidas con gas estaban eran nuevas y era el último grito. Pero lo más importante de todo esto es que la palabra “burbuja” no se comenta en ningún momento, y sin embargo el mensaje nos queda muy claro.
Estas son las cosas que me llaman la atención, que muchas veces no hace falta toda la información, para que un anuncio “cale”, o excesivo tiempo para llamar más la atención del público.
Creo que esta faceta la hemos perdido poco a poco y la televisión este medio masivo, cansa a muchas nuevas generaciones, que como ya comente la anterior vez que publiqué se van a internet. Con estos anuncios de antaño, es cierto que en aquella época no había internet y que la televisión era relativamente nueva, pero los anuncios eran graciosos, ingeniosos, buscaban aparte de informar y vender, divertir, entretener y sobretodo marcar al público. Con ese objetivo empezaron a salir anuncios con canciones. ¿Quién no recuerda la canción del colacao, o a nuestro querido clavo de la lotería ya jubilado? Por no hablar de los iconos ¿Quién no recuerda tampoco al toro de Osborne?  Queramos o no, estas canciones y estos iconos han formado parte de nuestra vida, hemos crecido con ello, y con estas pequeñas cosas entendemos que no conocemos un mundo sin publicidad, que ya queramos o no, somos parte de ella.
Pero volviendo al tema del tiempo, estoy hablando de la década de los 80, cuando la publicidad de España se convirtió en la tercera potencia mundial tras Inglaterra y EEUU. Como ya he dicho estos de fijan en nuestra sencillez que no es más que necesidad de ahorrar dinero y cortar gastos.
Os dejo con este video que no os invito a que los veáis, sino que os pido que lo veáis. Y fijaros en uno de los mejores anuncios que he visto en mi vida, y es el de Visa.
Que os divirtáis.
Victoria Sampietro Tolosana.

sábado, 5 de marzo de 2011

Mirando hacia otro lado: viejos y jóvenes.

Quisiera destacar varias cosas hoy. En primer lugar, que existe publicidad vieja pero apenas publicidad para viejos. A las pruebas me remito:

Publicidad vieja

Publicidad para viejos


La cuestión no es que no sea rentable, que al fin y al cabo es la principal excusa de la publicidad comercial, sino que la responsabilidad social de la que tanto hablan las empresas no mira hacia estas personas. Es evidente que no se puede generalizar, y que incluso podéis dudar, ¿las ONG enfocan también sus campañas hacia las personas mayores de 65 no? Eso no es publicidad comercial. Comercial de vender, de lucrarse. Y sí, el lucro es menor, pero ¿no se merecen la atención debida? ¿Por qué este afán por crear una sociedad eternamente jóven que consume? En mi opinión no es de extrañar que los adultos critiquen a los jóvenes, pues la sociedad aparta a los adultos, se ven adscritos a su grupo forzosamente, apartados de la diversidad de opciones que existen para los menos longevos. A las pruebas me remito. ¿Tiene usted una edad avanzada? ¿Tiene síntomas de sobrepeso? En cualquier caso habrá notado que en su pueblo apenas existe ropa “clásica” que comprarse, sin colores chillones ni dibujos que desentonen con su carácter, y de todas formas si la ha encontrado… ¡oh amigo! Mire bien que es lo que ha encontrado, porque de su talla ya le aseguro que no es (si es que tiene la típica silueta de persona adulta o anciana). O bien le está corto de cintura, o largo de mangas, o parece que se halla puesto un saco de patatas, o no le entra directamente. El ejemplo está en que la ropa de Stradivarius no le entra ni a las chicas de 30 años…
Con esto pretendía lograr una pequeña reflexión: acordarnos de nuestros abuelos y sus dificultades para comprar. Porque ellos no suelen ser público objetivo. Porque ellos se ven obligados a ir a grandes ciudades para poder elegir. Miremos bien la sociedad consumista en la que estamos, que no todo es oro lo que brilla.
Y hablando de brillar…brilla por su ausencia la igualdad de acceso a la cultura. Al cine, museos, teatros… Para los grupos de renta alta no supone un problema, pero para los de renta mediana o baja sí. Lo mismo que comprar una vivienda o pagarse la medicina. Existen pues desigualdades sociales derivadas de las diferencias de renta y de riqueza. Riqueza que en España no crece al no poder ahorrar los trabajadores ante el actual nivel de paro y salario. Un nivel que ofrece menor flexibilidad que en Europa en el mercado de trabajo a consecuencia del franquismo. Debido a que España es una sociedad proteccionista también. En la que triunfan los nacionalismos, consecuencia de la anterior represión franquista. Esto provocó un desarrollo económico diferente en ciertas zonas, e intereses divergentes entre terratenientes y burgueses. Consecuencia de ello es que la actual sociedad ha puesto en crisis el dominio político burgués. La manera de consumir genera frustraciones sociales, pues el estado de bienestar que debería garantizar unos mínimos como la vivienda se ha despreocupado de ello a favor de la especulación inmobiliaria, de los terratenientes de hoy en día. Todo esto legitimado por el tradicional discurso de “Spain is different”, y por las tradiciones de nuestra sociedad: siesta, toros, aspectos relacionados con la religión… Ésta última de gran calado en nuestra sociedad, provocando situaciones como que la mujer tenga menor presencia en el mercado de trabajo y que su salario sea menor (discriminación que se apoya en el papel secundario de la mujer en el catolicismo), o que España sea una sociedad muy consumista, al haberse liberado en parte de las privaciones previas, del catolicismo impuesto en el franquismo…
Existen desigualdades por razón de renta, de género, y también por razón de edad. Ya hemos dicho que los viejos tienen menos opciones para elegir. Pues bien, viejos seremos todos, con poder adquisitivo relativo, ordenados en distintas clases sociales según nuestros logros en esa escala, en un marco aparentemente democrático. La cuestión es cuántos llegaremos de verdad a ser viejos. ¿Cuántas personas seremos en un futuro los olvidados por esta sociedad consumista, y por ende por la publicidad? Pues si las cosas siguen así, es decir, jóvenes haciendo botellón y drogándose: pocos. La sociedad es “jóven” en sus miras, pero los jóvenes son los que menos miran por ellos. Las campañas de concienciación apenas tienen calado en esta sociedad. No sólo es que morirán por destrozarse los riñones, hígado y demás. Sino que no tendrán descendencia. Y otra vez, a las pruebas me remito por desgracia: http://www.heraldo.es/noticias/sociedad/el_los_jovenes_podria_tener_problemas_fertilidad_por_baja_calidad_semen.html

La solución al problema lo plantea la doctora al final del artículo: la doctora López Teijón aseguró que "lo único" que mejora la calidad del semen en individuos sanos y sin problemas es "eyacular mucho, solo o acompañado", porque de esa manera se eliminan los espermatozoides muertos”.

Y nuestra sociedad, con sus múltiples líderes de opinión, continúa ciega hacia el futuro. Otro ejemplo de refuerzo de un grupo social (que a la larga provoca frustración en la sociedad) es el de la postura del Vaticano respecto a esto. Véase: http://www.cadenaser.com/sociedad/articulo/iglesia-insiste-masturbarse-pecado/csrcsrpor/20060410csrcsrsoc_1/Tes
El Papa, como director de comunicación de esta institución, se está ganando adeptos gracias a esto. Nótese la ironía.
Es una sociedad con enfrentamientos morales, tanto en la sexualidad como en el matrimonio o el aborto. Sociedad a la que llegan nuevas ideas gracias a la inmigración. Sociedad con una desigualdad en las coberturas sociales, estando la jubilación como forma de cargar a los jóvenes el pago de la deuda social. Jóvenes con escasa disponibilidad económica que intentan evadirse de esta realidad mediante prácticas peligrosas. Jóvenes que recelan de sus antecesores que no han sabido procurarles un futuro digno. Ni tan siquiera la universidad garantiza un puesto de trabajo, dada la escasa inversión en puestos de trabajo cualificados en este país.
España era una sociedad de consumo que vivía en una burbuja, espoleada por la caída del franquismo y sin un control asociacionista adecuado. El egoísmo de los individuos, la demostración de poder en el marco de libertad democrática, a través de la riqueza personal, ha llevado a este país a los mayores escándalos de corrupción pública. Y la publicidad política ha sido utilizada para encubrir y manipular a los votantes. Hasta el punto de que se habla de integración de los inmigrantes, en ambos bandos de la política española (que sirven de legitimación ideológica), cuando éstos tienen contratos que no cumplen con el salario mínimo interprofesional fijado por ley (ley que legitima la desigualdad de las clases sociales españolas al haber un mínimo de acuerdo al estado de bienestar). Inmigrantes que no se quejan de su situación debido a la relación de sumisión al poder que mantienen con los terratenientes, los dueños de las tierras. Y no se quejan, en parte, porque el escaso acceso que poseen (y que les brinda el gobierno y los ciudadanos dada su poca preocupación) al conocimiento les impide una reflexión y agrupamiento mayor para solucionar su desigualdad. Lo que al final les lleva a no integrarse, tal como se ve en la película “La clase” de Laurent Cantet. El español acusa al inmigrante de la situación en crisis, porque lo ve como un rival, alguien que pone en duda su posición superior de poder, cuando no se da cuenta de que el inmigrante ocupa puestos de trabajo que el español rechaza ocupar.

Sinceramente, hay que plantear una buena estrategia de comunicación para solucionar el problema de la pérdida de valores y de moral a la que ha conducido la sociedad de consumo. La sociedad que olvida a los ancianos. La misma que lleva a los jóvenes a destruir sus cuerpos, drogándose en exceso como las estrellas mediáticas actuales (Amy Winehouse, Charlie Sheen, actores de Skins…), para sentirse identificados con un grupo dado que están adscritos a la clase social sin poder adquisitivo propio. La misma pérdida de valores que lleva a la iglesia a buscar el enfrentamiento entre clases mediante lecturas simplonas de la biblia. Hay que ver que el problema no está en el uso del condón o no, sino en las causas de fondo que conllevan al uso mayoritario del condón. Lo que de verdad importa analizar es que en las empresas se siga priorizando a los hombres respecto a las mujeres, dado que ellas pueden quedarse embarazadas. Que el salario actual de las personas reduzca el crecimiento demográfico dado que las familias no se pueden permitir tener 2 hijos o una vivienda. Problemas relacionados con la sociedad de consumo en la que estamos inmersos, la cual abre más las puertas a la libertad cuando hay mayor crecimiento económico, buena representación política… El objetivo es lograrlo. Y no es un objetivo fácil.
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Joaquín Muñoz D'Ocón